Andrés Cerio

Suplemento de LA BUHARDILLA DE COLETTE.

RELATOS DE SOBREMESA Nº 1 Nov./dic. 2006

31 octubre 2006

CONFLICTO A LA CARTA (Dolores Marín)

Comprenderás que no volviera a su casa. Hasta le brillaban los ojos al intentar convencerme; lanzó un torrente de justificaciones que caían en el vacío porque ya era tarde y no iba a cambiar mi postura.
Sin embargo, raras veces nos cruzamos en sitios imprevistos. Me miraba fijo mientras yo hacía inconcebibles piruetas para despistarme. Poses innecesarias, pudores mal resueltos.
Como es lógico, siempre estuvimos al tanto de nuestras respectivas aventuras y una vez ocurrió lo que mi obstinación postergara tanto tiempo. Fue al casarse Rafa. La noche avanzaba perfecta: cena, música, compañía… Alguna copa en exceso y el ambiente pleno de animación, casi eufórico. Esa incipiente embriaguez me llevó ante su presencia; intenté esbozar una charla para romper el hielo y, gracias a su predisposición, tomó la palabra retribuyendo mi iniciativa. Al principio hablamos con cierta inquietud que supimos soslayar ante nuestra emoción por el reencuentro. Ellos nos observaban con franco regocijo, mientras concebían próximas reuniones entre todos. Hasta una foto colectiva selló el armisticio.
Aún faltaba algo: una conversación responsable, profunda y sin trabas para volver a ser lo que nunca debimos evitar. Y charlamos, y volvieron a brillar sus ojos: ahora, en paz, con el sosiego de la experiencia, la certeza de saber que escuchan oídos receptivos y no fanáticos, comprensivos ante la flaqueza humana pues podrán asimilarla como propia.
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¿Algo acerca de mí tengo que escribir? No puedo dejar de evocar aquel poema de… ¿Lope de Vega?
“Un soneto me ha encargado Violante
y jamás me he visto en tal aprieto.
Catorce versos dicen que es soneto…”
Catorce líneas… pero sin el genio del poeta, mal lo tengo.
Lo más sobresaliente de mi vida se lo debo a mis padres, exiliados de la Guerra Civil. Nací española, en Francia. Pronto fuimos a América -con pasaporte apátrida- en un barco que, condenado al desguace, aprovecharon para trasladar aquellas gentes forzadas a deambular por el mundo. Primer destino: Bolivia. En La Paz enfermé de fiebres reumáticas; debía vivir al nivel del mar. Nos establecimos en Uruguay sin saber que lo hacíamos para siempre.
En Uruguay pasé infancia y juventud sin grandes preocupaciones salvo las idóneas de cada etapa. Cumplí 20 años cuando estallaba el mayo francés cuya onda se expandió por toda América Latina, y los jóvenes nos lanzamos a reclamar una vida mejor, sin comprender en nuestro entusiasmo, la aceleración del proceso de militarización que culminaría con golpes de Estado por doquier. Un nuevo exilio cruzaba fronteras continentales.
España abría sus puertas a la democracia; mis padres volvieron y les acompañé deseosa de otra vida, sin necesidad de exiliarme. Muchas veces he pensado que estaba demasiado ligada a América como para abandonarla. Al hacerlo, entendí que jamás volvería a sentirme atada para siempre, en ningún lugar.
“… Contad si son catorce y ya está hecho.”
 
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